IGUALS DAVANT LA LLEI
Iniciada la etapa democrática en nuestro país, en un programa de debate televisado participaban los carismáticos líderes sindicales, Marcelino Camacho y Nicolás Redondo, junto al entonces presidente de la patronal de la banca española, Rafael Termes. Los sindicalistas hacían una apasionada defensa de todas sus demandas y, alguno de los dos, las justificaba porque “todas las personas éramos iguales”. Rafael Termes contestó que esa afirmación era una falacia porque las personas éramos diferentes en todo, comenzando por el propio sexo; éramos distintos somáticamente, desiguales en inteligencia, no teníamos la misma moralidad ni educación, no nos movían los mismos sentimientos, no teníamos la misma capacidad de iniciativa i, en el trabajo, mostrábamos una distinta actitud para afrontar las tareas y diferente forma de asumir las responsabilidades. Continuó refiriendo otras diferencias incontestables para acabar diciendo, con rotundidad, que la única igualdad entre las personas había de ser la igualdad ante la ley. El autor está totalmente de acuerdo.